niña-corazón"Dad palabras al dolor, 

la pena que no habla cuchichea al corazón demasiado cargado y

le invita a romperse."

                                                         -W. Shakespeare

           

Los Goces y las Sombras

"Claves para comprender y superar la depresión"

 

La depresión es una realidad psíquica, cotidiana y universal, que sume a las personas en la desesperanza y el aislamiento. Algunas claves de lectura pueden ayudar a reencontrar el equilibrio anímico, invitándonos a  comprender y aceptar todos los goces y las sombras que supone la experiencia de estar vivos. 

 

Luces en la oscuridad
Por Trini Torner

La realidad es siempre paradójica, ya que la existencia es un complejo equilibrio entre los opuestos.  Las cosas que nos pasan se definen por lo que son y también por lo que no son. La luz no se entendería sin la oscuridad, lo masculino sin lo femenino, la alegría sin la tristeza. La salud sin la enfermedad.

Entonces ¿es erróneo conocer los extremos?

Cuando experimentamos ambos polos, es cuando comenzamos a desarrollar nuestra capacidad de discernimiento; cuando podemos comprender la diferencia entre una cosa y otra, entre una u otra emoción, circunstancia, o pensamiento.

A veces, ese aprendizaje implica atravesar etapas muy críticas, pendulares, con frecuentes altibajos anímicos y sentimientos dolorosos. Y sólo podemos superar las crisis reconociéndolas primero, para poder enfrentarlas después, hacer una elección, o tomar decisiones.

De este modo avanzamos, aprendemos, crecemos. Son necesarias entonces, las experiencias críticas, la exploración de los opuestos, la toma de decisiones, posicionarse, “triar el grano”.

Pero allí no termina nuestro aprendizaje. Luego, como a todo proceso vital, como a todo organismo viviente, la vida nos exige un paso más, una elección más: nos plantea la necesidad de madurar.

 

Lo que se queda y lo que se va…

Toda elección conlleva una pérdida y una ganancia. Cuando sabemos lo que “se queda”, sin olvidar lo que “se va” a partir de una elección, es cuando comenzamos nuestra madurez y reencontramos nuestro equilibrio.

Si negamos la existencia de aquello no elegido, es como si nos quedásemos sin el opuesto que dio sentido a dicha elección. Y esa negación, esa falta no asumida en nosotros, no sólo conforma también nuestras zonas oscuras, sino que nos puede hundir, simple y llanamente, en la carencia; en un vacío desolador, en una especie de sombra, que no es otra cosa que el olvido de una parte de nosotros mismos.

Lo mismo sucede ante las grandes pérdidas: Aceptar el dolor nos permite trascender el sufrimiento. Recordar lo amado es darle continuidad al amor y no al sufrimiento. La vida, una y otra vez, busca expresarse libremente a través de cada uno de nosotros, a pesar de las contingencias, e incluso, a través de ellas.

 

La vida, una rueda en continuo movimiento

Las fuerzas positivas y las fuerzas negativas, como síntesis de los opuestos, son necesarias para mantener la rueda de la vida en movimiento. No es acertado calificar de “bueno” a lo positivo y de “malo” a lo negativo. Ambos polos se buscan en una carrera sin fin creando el arco de tensión y movimiento que es la vida.

En los estados depresivos, la sombra, estudiada por Jung como la zona oscura de nuestra personalidad arquetípica, actúa sobre la persona dejándola vacía, desafectiva, y detenida en la polarización de su apatía.

 

¿Podemos escapar de nuestra sombra?

Mira la sombra de una persona proyectada por el sol ¿quién desearía escapar de tan bello efecto? ¿Qué clase de necio podría, echándose a correr, pretender huir de su propia silueta?

Hay quienes piensan que sólo existe la luz. Que sólo a partir de ella existe la sombra. Y en verdad, lo ilusorio radica en otorgar “poder  sobre” nosotros a la sombra, pues, la oscuridad no tiene el “poder de”  apagar la luz. Basta con imaginar una casa a oscuras y encender la luz para entender la increíble docilidad de la sombra. Y más aún, si imaginamos una casa iluminada en su interior en pleno campo, en medio de una noche sin luna ¿qué pasaría si se abrieran sus puertas y ventanas? ¿Puede acaso la oscuridad, hacer desaparecer las zonas iluminadas? Cualquiera que ejercita su imaginación en este ejemplo, puede fácilmente visualizar cómo la luz de esa casa, se extiende hacia afuera y avanza por la oscuridad.

 

La unión de luz y oscuridad

Como si estuviera cosida a su sombra, la luz, todo lo ilumina a su paso.

Cada vez que seamos capaces de ir en busca de nuestra sombra para “coserla” a nuestro “yo mismo”, habremos hecho mucho más de lo que imaginamos posible, para enmendar ese profundo malestar anímico que es la depresión.

 

El “poder de…” versus el “poder sobre…”

Los más complicados problemas, suelen reducirse ante la vieja fórmula de “conócete a ti mismo”. Esta propuesta, en realidad, es tan difícil y tan ardua que, continuamente, intentamos desarrollar complicadas teorías y sistemas a fin de cambiar a nuestros semejantes, forzar situaciones, oponer resistencia inadecuada a las circunstancias o a nuestro entorno.

Estos esfuerzos suelen ser innecesariamente desmesurados por varios motivos. Principalmente, porque nuestro poder, bien entendido, está referido a nuestras fuerzas arquetípicas, a nuestros poderes como propia potencia, a nuestra potencialidad de cambio, desarrollo y crecimiento de nosotros mismos.

Nuestro poder, así entendido, se refiere al “poder de” (poder de elección, de amor, de transformación, etc.), y no al “poder sobre” (poder sobre los otros o sobre lo otro). Ese poder que todos poseemos, parte de una equilibrada liberación de nuestras fuerzas arquetípicas que, como hemos dicho, son positivas y también negativas.

A veces, la depresión es la triste consecuencia de un desgaste energético. Es síntoma del más traumático estrés: El estrés de nuestro “yo” en su necio intento de retener contra su voluntad, la fuerza vital de la verdadera personalidad interior.

 

La clave diferenciadora entre el “yo” y el “ser”

El “yo” califica, estructura, pretende tener “poder sobre”, discrimina, aprueba y desaprueba, espera y desespera, especula y se frustra, somete o se somete en términos de dominio, apego y posesión. El yo, débil o fuerte, cae en el egocentrismo, en la polaridad de lo uno “o” de lo otro y, en definitiva, ese posicionamiento en los extremos lo inclina hacia la enfermedad.

El “ser”, por el contrario, contempla sin determinarse juez; busca la verdadera esencia del sí mismo en la propia persona y en todas las cosas; comprende que “lo bueno y lo malo”, lo brillante y lo opaco, y toda la gama de los opuestos, conforma las fuerzas que equilibran la existencia. Para el “ser”, todo representa una gran posibilidad de aprendizaje, y utiliza su “poder de” alcanzar la madurez y el conocimiento, a través de la naturaleza cambiante de los ciclos vitales.

Desde tal aceptación, el “ser” alcanza una visión completa e integradora, por lo que tiende a restablecer el equilibrio entre las fuerzas de la verdadera personalidad en las personas, y puede retomar el natural cause hacia el estado de salud.

Conocerse a sí mismo es aprender a verse tal como uno es.  Observar nuestra naturaleza de manera integral, es despertar a la madurez del Ser, es como abrir las ventanas de la vida, liberar esa sombra atrapada en el círculo repetitivo de los instintos, de los síntomas que buscan revelar nuestros aspectos irresueltos y negados, y poder utilizar, de manera consciente y creativa, toda la increíble fuerza de su energía vital, para encontrar nuestra verdadera identidad.

El camino de la salud es el camino que va del Yo al Ser, de la cárcel a la libertad, de la ansiedad a la serenidad, de la tristeza a la alegría, de la polaridad a la unidad.

La fragilidad de lo rígido y la fuerza de lo flexible

Visualiza dos pequeñas ramas desprendidas de un árbol. Imagina que una está seca y que la otra aún está verde y viva. Intenta quebrar una y otra en tu imaginación ¿Cuál crees que cederá primero ante tu intento destructivo?

Así operan en nosotros las consecuencias difíciles de la vida. Algunas nos doblan con el peso de su tremenda carga. Pero mientras corre savia por nuestras venas, es difícil que algo o alguien pueda quebrarnos, rompernos en dos, o en varias partes.

Ni aún aquellos imponderables y accidentes que dejan sin un miembro u órgano a algunas personas, logran romper la misteriosa Unidad que significa Ser Humano.

La depresión, una tempestad en nuestras aguas

Las aguas, simbólicamente, han representado siempre a nuestro mundo emocional y por lo tanto anímico.

En el río de nuestras vidas, somos agua, pez, junco, viento, día y noche, invierno y verano, y todos los elementos que lo constituyen a la vez.

Una tempestad puede azotarnos y modificar severamente el conjunto de nuestra existencia. Pero sólo temporalmente.

La depresión puede ser vista como una tremenda tempestad que altera nuestra vida y la de nuestros seres queridos. Pero la actitud de todos, sea rígida o flexible, frágil o fuerte, determinará no sólo la temporalidad de los efectos, sino también, la severidad de su impacto.

 

El junco y la tempestad

Con absoluta sabiduría, el junco contiene en su forma, el poder de su función.

Sus profundas raíces lo arraigan de forma estable, en el más movedizo de los medios: las aguas del río.

La flexibilidad de su cuerpo visible, le permite bailar al ritmo de los vientos, doblegarse y hasta hundirse temporalmente, ante el azote de una fuerte tempestad. Pero no se quiebra ni se va. Quizás sabe, sin apelar al recurso humano del olvido, que la tormenta pasará. Que volverá a lucir la gracia de su flexibilidad externa, mientras la trama profunda de sus raíces forman, defienden y sostienen el cause de las aguas donde vive y transcurre la vida.

Ser como el junco ante la adversidad, ante la tempestad de una depresión. Quizás, esta metáfora pueda ayudarnos a recordar nuestra propia figura hecha de luces y sombras, nuestra forma y función ante las contingencias, reencontrar la fuerza interior de nuestro verdadero ser, que nos sostiene y contiene durante el tránsito de nuestras crisis vitales.

Dejar que las emociones se expresen libremente puede ser una de las claves para reconducir nuestras fuerzas con la flexibilidad del junco. Shakespeare escribió: Dad palabras al dolor,la pena que no habla cuchichea al corazón demasiado cargado, y le invita a romperse”.  Y de hecho, no es de temer el poder de la palabra cuando es escuchada, sino su poder nocivo cuando actúa silenciada y reprimida en nuestro interior.

Nuestros valores, al igual que las raíces profundas del junco, sostienen la trama flexible y fuerte de las buenas intenciones. Confiar en ellas, nos permitirá mantener el cause por donde fluya libremente la naturaleza cambiante y pasajera de nuestras emociones y pensamientos.

 

El mensaje de las metáforas

Como un poeta, muchas veces el alma humana se expresa por medio de metáforas a través del cuerpo.

La depresión, como cualquier síntoma y enfermedad, puede ser el lenguaje que emplea el alma para invitarnos a una reflexión profunda. Asi, ésta puede interpretarse como la tempestad, a la vez que como un mensaje especial que llega a nuestra vida para descifrar las claves de nuestra propia existencia.

 

¿Como descifrar el mensaje metafórico de la depresión?

Algunas claves para una interrogación profunda, pueden ayudar a superar la depresión propia o la de nuestros seres queridos:

  • Indagar en pensamientos, fantasías, sueños, acontecimientos y noticias que sitúen el síntoma en el tiempo.
  • Escuchar con atención las expresiones idiomáticas. Ya que las palabras que empleamos en nuestro discurso, son la clave para descubrir conceptos erróneos.
  • No calificar nuestras emociones. Pues ellas son lo que son. Lo importante es qué hacemos con ellas.
  • No calificar de “malas” a nuestras cualidades menos aceptadas. Recordemos que luz y sombra, son la unidad que conforman nuestra forma y figura.
  • Preguntarse ¿qué me impide este síntoma? Para recordar cómo somos y cómo estamos.
  • Aceptar lo que se ha visto. Para poder enfrentar la resolución del problema.
  • Preguntarse ¿qué me impone este síntoma? Para no olvidar todo aquello que no estamos siendo o haciendo.

Sólo una observación constante y atenta, vence las resistencias y hace crecer ese amor que es necesario para asumir lo que es observado.

Sanación significa redención, re-aproximación a esa plenitud de la forma y función primigenia. La sanación se consigue incorporando “lo que falta” o rehabilitando “lo que se ha subvertido”, a veces tras un proceso terapéutico; otras veces, por obra del instantáneo efecto equilibrador de una energía correcta, sea ésta física, química o emocional.

En el largo y arduo camino hacia la Unidad del Ser, siempre hay un maestro que nos puede indicar el camino, pero somos nosotros quienes deberemos recorrerlo.

Así, el arte, la lectura, las terapias y, en suma, todo aquello que favorezca nuestra libre expresión y conforme nuestros más adecuados nutrientes, nos conducirá, sin dudas, al bienestar de cuerpo y mente.

 

Libros sugeridos

  • Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dahlke, La enfermedad como camino, Plaza & Janes
  • Rüdiger Dahlke,  Las etapas críticas de la vida
  • Sallie Nichols, Jung y el Tarot, Kairós 

 

Hasta la próxima!

TT.

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