¿¡Todos somos narcisistas!?

¿¡Todos somos narcisistas!?

Esta fue la pregunta que hizo alguien en uno de los grupos de terapia que dirijo: “¿Todos somos narcisistas?”. Y la verdad es que me gustó mucho su pregunta, ya que más que una pregunta fue un “darse cuenta”…

Lo cierto es que ese no era el momento para profundizar en esta cuestión sin apartarnos del trabajo que hacíamos. De modo que intentaré explayarme un poco más en la respuesta a través de esta reflexión compartida.

Si entendemos narcisismo como sinónimo de “un yo herido”, la respuesta es sí: Somos todos narcisistas…

La herida en el yo parece inherente al hecho de ser humanos. Y,  como seres humanos, puede que este gran tema, el narcisismo, sea nuestro talón de Aquiles (o uno de ellos).

Tampoco olvidemos que el contexto social actual está resultando ser un sistema desvitalizado de valores y de ética, fácilmente observable en la corrupción, en la insolidaridad con los más desprotegidos, en la erotización del éxito económico, de la niñez y de la fama, que finalmente tanto estrés provocan, y que consiguen agotar y/o precarizar los canales de vitalidad y ternura.

Y apelando al mito, también están los selfies… Pero aparcando el tema social, quiero decir apartando el tema de nuestra sociedad narcisista, ya que merece texto(s) aparte, para volver al punto en el que me quiero centrar, otra pregunta clave es:

¿Quién no ha construido su carácter en torno a una herida primigenia?

La falta de empatía, la ausencia de atención en la mirada, la carencia de ternura, la incomprensión por parte de los padres durante la primera etapa de vida, los juicios de valor excesivos y exigentes, puede producir un daño en el “sí mismo” (el yo en desarrollo del bebé o niño).

Es fácil comprender que sea en esa primera etapa de vida tan sensible, cuando sentimos nuestras heridas “fundacionales” sin “airbag” posible.

Dependiendo de la magnitud de estas heridas y de la etapa en la que se han producido, en algunos momentos se perfilarán o aparecerán nuestras tendencias o reacciones narcisistas, o se perfilarán patologías narcisistas. Psicopatías.

En el contexto breve de estas líneas, y para que podamos comprender mejor este gran tema aunque sea muy básicamente, me referiré a los casos de mayor dolor, herida e insatisfacción.

La insatisfacción-dolor experimentada en la primera etapa de nuestra vida, produce un quiebre energético (imaginemos el cuerpo de un bebé relajado, laxo, feliz, con movimientos fluidos y más bien ondeantes y ondulantes, vs. el de un cuerpecito moviéndose por tensión, displacer o dolor. Seguramente lo podríamos asociar a líneas más quebradas).

De ser frecuente ese quiebre psico-corporal en ese “ser-siendo” tan sensible a todo, puede reducirse o apelmazarse la expansión vital-emocional del pequeño/a.

Sus capacidades de sentir se ocultan o apagan en un intento de protección y supervivencia puramente biológicas.

Esa protección termina siendo como una escayola, o una armadura medieval… o hasta una “¡barrera impenetrable de invisibilidad” como diría mi nieto cuando jugamos a tener súper poderes en una lucha contra enemigos tremendos.

Pero fuera de juegos, si esa natural expansión vital que necesitamos para crecer y evolucionar física y emocionalmente va a sobresaltos, con tensiones imposibles de comprender y menos de asimilar, el niño puede dejar de sentir-se (para no sufrir) y se convierte en un ser corporal-mente desvitalizado, ausente, desconectado de sus verdaderas emociones… O por el contrario, hiperactivo y nervioso pero igualmente desconectado. Pues en cualquier caso, reduce su capacidad sensorial… Su capacidad de sentir se atenúa o apaga u oculta.

Así, se llega a la falta de empatía, de sensibilidad y de respeto hacia uno mismo y por extensión hacia los demás y hacia nuestro entorno, debido a heridas iniciales o muy tempranas.

De esas heridas difíciles de asimilar, por tanto no sanadas, aparecen más tarde individuos que se quejan de su imagen, o no se identifican con su cuerpo, o que suelen ser fusionales o co-dependientes, o con dificultad para amar o para establecer relaciones satisfactorias a largo plazo; individuos con sentimientos de vacío, alienados (desconectados de sí mismos), superficiales, etc., etc.; en suma, con un ego muy grande (armadura) y un yo muy pequeño (un sí mismo herido).

Para llegar a ese modo de ser-estar, se ha necesitado construir una coraza muy “efectiva”, muy rígida, que evite sentir el terror o la angustia insoportables de la que nos hemos protegido “allá y entonces”.

Ese “allá y entonces” puede venir incluso de etapas pre-natales. Pero es crucial, a partir del nacimiento, el vínculo materno-filial, ese vínculo primario, biológico-intuitivo, que nos encamina (desde la simbiosis inicial) a la diferenciación o desarrollo de una identidad (primero prácticamente corporal) a través de la piel, del diálogo sensorial-emocional-tónico-corporal, como una manera natural y paulatina de ir delimitando (para diferenciar) lo que es el mundo interno y el mundo exterior.

En suma, ese vínculo es crucial para configurar la diferenciación entre “un yo y un tú”, para que en verdad surja un vínculo entre dos (diferentes y diferenciados).

Por eso es válido pensar que el narcisismo es una falla vincular. Un lazo no bien atado… (y por ende difícil de “cortar” en etapas posteriores).

Y al igual que las fallas geológicas, a veces se producen erupciones, tsunamis y terremotos…

En mayor o menor grado, todos tenemos heridas, tenemos fallas vinculares. No hay vínculo perfecto. No hay perfección. Así es la vida de perfecta en la imperfección, porque así es como se forjan (también) algunos grandes propósitos de vida, de superación y evolución…

Todo es relativo, y en este caso, el narcisismo es relativo según el grado de herida vincular…

Pero sí, todos somos narcisistas.

Ahora bien, llegar a esta afirmación no es para justificarnos. Más bien se hace necesaria la aceptación como base real de apoyo para cambiar o/y gestionar los impulsos narcisistas. Esto es válido para pacientes y terapeutas. Creo que es imposible trabajar este tema en otras personas si nosotros no nos reconocemos y trabajamos nuestras heridas narcisistas.

Trini Torner, noviembre 2016.

Capas o estratos de nuestro carácter

Capas o estratos de nuestro carácter

Para la Terapia Gestalt, el aprendizaje es a través de la experiencia. De allí una de las frases de Perls que más me gustan:

“Aprender es darse cuenta de que algo es posible”

Para entrar en un aprendizaje vivencial (experiencia) y facilitar ese “darse cuenta”, la Terapia Gestalt se apoya en 3 principios:

  1. Reconocimiento de lo obvio
  2. El libre fluir en el “Aquí y ahora”
  3. El continuum de conciencia

 

  1. Reconocimiento de lo obvio: Obvio es todo aquello que podemos registrar a través de nuestros órganos perceptivos o de su prolongación en el campo de la ciencia física o química. Obvio es “lo que es”. Dicho de un modo más claro, es obvio aquello que es constatable por otro también.
  2. “Aquí y ahora” es la experiencia misma. La experiencia es tiempo presente, lo que pasó ya es recuerdo, y lo que va ha ocurrir no existe. Experiencia es tiempo y espacio en el campo de lo sensible.
  3. Contínuum de conciencia: implica un permanente trabajo sobre la atención a cada pequeño acto cotidiano, a cada sensación y sentimiento que se experimenta e incluso a las distracciones y fugas, tanto más frecuentes cuanto mayor es el grado de neurosis. Porque neurosis es interrupción. Es bloqueo de la energía. La interrupción se trata de una clara censura existencial y está vinculada a lo que Perls llamó “capas de la neurosis”.

 

COMO CAPAS DE UNA CEBOLLA

Perls describe la estructura neurótica como compuesta de cinco capas o estratos.

  1. Capa de los clichés: Esta es la capa en la que estamos cuando casi todas nuestras respuestas se apoyan en frases hechas. También llamada la capa de la banalidad cotidiana o de los lugares comunes.
  2. Capa de los roles: En la capa de los roles la máscara que nos ponemos nos diluye como parte del público al que va dirigido el espectáculo. Y aunque reconozca mi personaje, las emociones que acompañan a este juego pertenecen a una capa todavía superficial de esta estructura “acebollada” que somos.
  3. Capa de la anti-existencia: Cuando renunciamos a jugar roles (yo no soy ni esto ni lo opuesto) la vivencia se corresponde a la nada existencial, percibida muchas veces como niebla, oscuridad, vacío. El quedarse detenido al borde de esto constituye el “impasse”. El impasse es vivido como la seguridad última ante el miedo a la muerte. Un punto nada más separa este modo de existir de lo desconocido: el punto fóbico. Atravesarlo es entrar en una nueva forma de existencia y el impasse asegura la posibilidad de quedar adherido a un modo de vivir sin vivir, conocido y tranquilizador. Pero atravesar, en este caso, y en mi opinión, no necesariamente significa “pasar a través de un cristal”, actualmente, pienso que es mejor moverse de sitio, buscar otro camino que no se interrumpa y así dar un significado más asociado a “trascender el límite”  sin intentar ser un héroe…
  4. Capa implosiva. La vivencia es la del cierre de todas las puertas. Y la postura parece la de alguien que quisiera meterse adentro de si mismo y no salir.
  5. Capa explosiva es la salida fértil. Es un himno de vida. Perls distingue cuatro modos de “explotar”:
  • hacia la ira,
  • la alegría,
  • la pena y
  • el orgasmo.

Para la terapia Gestalt, y en el entorno adecuado (marco y contexto terapéutico), acompañar a una persona hasta esa capa de explosión (personalmente me gusta más de expansión), equivale al cierre de una gestalt incompleta. Y el bienestar al que se llega, con su correlato  organísmico de respiración, ritmo cardíaco y relajación muscular, es la expresión del reposo previo a la formación de una nueva gestalt (que puede ser una figura de percepción nueva, de inspiración, de motivación o deseo que buscarán manifestarse de forma absolutamente nueva para la persona a quien acompañamos). Marca un antes y un después en nuestra forma de conducta o proceder.

Evento para equipo de gerentes de Establecimientos Viena

Evento para equipo de gerentes de Establecimientos Viena

Una década atrás, tuve la oportunidad de crear y codirigir una jornada dedicada a conectar y actualizar los Valores que sustentan a Estableiments Viena, con su equipo de gerentes de entonces. Fue una jornada valiente, honesta y cálida en la que juntos pudimos elevar la energía hasta concluir el seminario-taller, en una explosión de alegría, de sentido de pertenencia y de motivación para seguir, cada uno, comprometidos con aportar lo mejor de cada parte: empresa, empleados y colaboradores.

Me complace re-publicar unas líneas finales del “Missatge del President i conveler delegat” 2024, en el que puede apreciarse la calidad humana que enmarca el desarrollo y éxito de esta empresa catalana con raíces y alas:

(…) De cara a futur, molta prudència però també molta il·lusió. Arrels i Ales. Arrels perquè som un Projecte amb una trajectòria d’anys ja, amb molt de camí recorre- gut, amb fonaments sòlids treballats en moments més bons i moments més do- lents, un projecte resilient i de veritat, un projecte que ha après amb els anys. Ales perquè continuem tenint la voluntat d’imaginar, de crear, de construir un món més bell i hospitalari. Un projecte encara ingenu, que encara es creu amb el deure i el dret de dir la seva, de sumar. Combinar la saviesa de l’adult amb la innocència i la mirada fresca del qui acaba de néixer, aquest és el nostre repte pels propers anys.

Ho farem, com sempre, pas a pas, gest a gest, somriure a somriure. Endavant Vienesos.

Marc Siscart Busquets
President i Conseller Delegat de Viena
https://www.viena.es

Paradigmas

Paradigmas

Paradigmas

Del Mecanicismo al Relativismo [1]

De manera más o menos inconsciente, nuestra forma de observar e interactuar con la realidad, está determinada por el paradigma científico dominante de la época y la cultura en que estamos inmersos.

La física mecanicista (newtoniana), que describe al universo como conformado por objetos “materiales” sólidos, que se relacionan “mecánicamente”, dominó la escena científica hasta principios del siglo XX, y la forma cotidiana de ver la realidad hasta nuestros días.

Esta perspectiva mecanicista, ya superada, se sigue sosteniendo porque es simple, porque describe adecuadamente muchos aspectos de la realidad y, sobre todo a nivel de lo psicológico, porque resulta reconfortante y “segura” para quienes necesitan percibir al mundo como algo sólido, inmutable, y con reglas fijas que regulan su funcionamiento.

Pero en 1905 (aproximadamente a los 12 años de F. Perls, 49 de S. Freud) Albert Einstein publica su primera versión de la Teoría especial de la Relatividad[2], de la cual la teoría mecanicista es solo un caso particular, y generó un marco de referencia más amplio desde el cual interpretar la realidad.

Los conceptos más revolucionarios de la teoría que, a esta altura, todos conocemos, tienen que ver con que:

  1. El tiempo y el espacio no son independientes, forman un continuo tetradimensional.
  2. La materia y la energía no son independientes, se ínterpenetran mutuamente y se pueden convertir una en la otra en determinadas condiciones.

En términos más generales, la teoría de la relatividad “relativizó” el concepto de Verdad:

Toda verdad es relativa al marco de referencia desde el cual se enuncia.

Este concepto es muy inquietante porque implica que nadie es dueño de la verdad.

Desde el paradigma mecanicista, nuestra personalidad intenta armar estructuras “inamovibles” basadas en verdades absolutas y, por lo tanto, también inamovibles. Nuestra personalidad se siente segura ante este modo de estructuración.

Desde el paradigma relativista debemos trabajar para que nuestra personalidad acepte que: las estructuras que armamos basadas en verdades relativas, son provisorias, modificables, móviles, permanentemente susceptibles al cambio y a la evolución.

Desde esta perspectiva relativista, deberíamos aceptar que cada escuela psicológica adecuadamente desarrollada y verificada en la práctica, tiene su verdad si se desarrolla dentro de su marco, pero no es dueña de toda la verdad, concepto al cual deberíamos renunciar.

La teoría de Einstein no solo relativiza sino que también relaciona cosas que previamente se suponían independientes. Una revolución en este sentido, de la que no nos hacemos aún a la idea (o al menos no suficientemente), es la relación entre sujeto y objeto.

Desde el mecanicismo, el ser humano (poseedor de consciencia) es el sujeto de estudio de un objeto a ser estudiado (aunque en el caso de lo psicológico el objeto sea otro ser humano).

La realidad, claramente demostrada a partir de Einstein en el campo de la física, pero que puede trasladarse a cualquier otro campo, es que no existe la posibilidad de que sujeto y objeto de estudio no interactúen.

Así, aparece un nuevo concepto: el de “subjeto”, en el que ambos términos de la formula anterior: sujeto – objeto, se estudian y se conocen mutuamente.

Cuando un subjeto se acerca a otro para estudiarlo (conocerlo) penetra con su campo en el campo del otro. Ambos campos se interfieren e interactúan, con lo cual, se están conociendo mutuamente, aunque ésta no fuera la intención del segundo.

Esto nos muestra que no existen un sujeto absoluto ni un objeto, ya que al interferirse con su mutua presencia en el momento del estudio, ninguno de los dos es el que era antes de que ambos entraran en contacto.

Teoría de campos

El concepto de campo fue aplicado en un principio al estudio de la electricidad y el magnetismo, desarrollado por Faraday y Maxwell a mediados del siglo XIX, y como mencioné antes, fue Kurt Lewin, a principios del siglo XX, quien desarrolló y aplicó este concepto a la psicología. Esto representó otra forma muy importante de cambiar el paradigma mecanicista y su forma de interpretar la realidad.

El campo regula el comportamiento del individuo, que debe someterse a sus leyes y quien, a su vez, modifica la constitución del campo.

La primera ley, y la más importante, es que para poder operar en el campo, uno debe estar conectado, sintonizar con el campo.

En el caso del espectro electromagnético, sintonizamos una radio, un televisor, o encendemos una lámpara, según la porción del espectro con la que queremos (o podemos) conectar.

¿Y el campo de la consciencia?

Por extensión de lo que vengo “tejiendo” (y apoyándome en numerosas comprobaciones fácticas aportadas por la cultura de Oriente, por el esoterismo, e incluso por publicaciones de científicos occidentales de vanguardia), podríamos afirmar que existe un campo de consciencia.

Podríamos decir también, que la consciencia no es solo un atributo individual que poseen los sujetos para poder estudiar, conocer a los objetos, etc., sino que existe un “campo” de consciencia en el que todo “subjeto”, por el solo hecho de estar inmerso, tiene la posibilidad y la capacidad de “conocer” (tomar consciencia) y ser conocido por otros “subjetos” inmersos en el mismo campo.

Así como es obvio que el campo electromagnético existe independientemente de que alguien encienda un receptor de radio, el campo de consciencia existe independientemente de un subjeto interesado en “tomar consciencia”.

En la actualidad, creo que Internet representa una buena aproximación al tema, representando un campo de información de existencia propia almacenada en un espacio virtual compartido.

Una vez generado, el campo tiene existencia y leyes propias; solo puede ser modificado relativamente por los individuos que lo comparten, quienes a su vez, deben respetar sus reglas básicas de funcionamiento.

Desde este marco, cada individuo posee una consciencia individual cuyo desarrollo aporta información y modifica al campo y, a la vez, sintonizando con el campo, puede extraer información que excede su individualidad.

Pero para ir regresando a mi intención de ir repasando y compartiendo algo acerca de las bases que configuran el método de la Terapia Gestalt… la siguiente pregunta sería:

¿Y el campo del organismo?

Pues esa misma es la visión de la Terapia Gestalt:

somos “cuerpo-organismo-campo”.


[1]  Este apartado pertenece al trabajo en colaboraración con Pedro Coronas, bionergetista, en “Análisis caracterológico neorreichiano, como herramienta extrapolable a otros marcos terapéuticos”.

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